Marijo Diaz
Dic 31, 2024 · 4 min para leer
2025, este año sí.
Cada 12 meses, nos enfrentamos a la misma tarea: replantearnos nuestra vida.
Aunque sea solo un segundo de lucidez, nos detenemos a pensar en todo: lo que no hicimos, lo que dejamos de ser, los sueños que se escurrieron, las veces que fallamos y, por supuesto, las que nos lastimaron.
Nos preguntamos qué perdimos, qué dejamos atrás, pero también, si tenemos suerte y amanecemos de buenas, pensamos en lo que hemos logrado.
Durante los últimos 10 años (pongamos que han sido 10, porque antes de los 17 no le prestaba tanta atención a estas cosas), me tomaba la maravillosa tarea de recordarme que no bajé esos 10, 5 o 2 kilos que me había propuesto el 1º de enero con tanta certeza, y no solo eso, me reprochaba no ser suficiente: buena hija, buena amiga, buena novia, buen ser humano, suficientemente constante, disciplinada y capaz.
Me reprochaba que seguía en el mismo trabajo, que al final no me gustaba tanto como debería. Seguía sin ganar las cifras que dice todo el mundo que te harán sentir pleno y feliz, ni tenía cuatro paredes a mi nombre todavía, cuando a mi edad mis padres ya tenían dos carreras y dos hijos.
¿Quién no ha sentido alguna vez que está corriendo en círculos? Que el propósito de vida sigue siendo un misterio. Y cada vez que me hacía esas preguntas, también tenía la respuesta: “Este año sí.” Pero, ¿realmente es tan fácil?
Este año decidí hacer algo diferente. Me di un respiro, un break de mí misma. Lo mejor que nos puede pasar es aburrirnos de nuestro mismo discurso, darnos cuenta de que las promesas de siempre solo nos están destruyendo por dentro, alimentando ese vacío de sentirnos insuficientes. Porque todos los años juramos que este será el año y, al final, lo único que conseguimos es un peso más en la mochila.
A finales de 2023, tomé una decisión radical: no más expectativas. Decidí vaciar mi lista de resoluciones de esas palabras que ya me pesaban: kilos, kilómetros, seguidores, vistas, trabajo, validación y luchar.
Me propuse simplemente ser más flexible y dejarme guiar por mi intuición. Pedí, en una de esas cartas que hacía cada año (por no quedarme por fuera en toda esta onda de manifestación y visualización, porque quién quita y funciona), que el universo me pusiera de frente y sin piedad todo lo que necesito para aprender y evolucionar. Me propuse estar más atenta a las oportunidades, abierta a los cambios y, sobre todo, me prometí que cada vez que algo me diera miedo, MI PRIORIDAD sería enfrentarlo.
Y lo más transformador, me hice las siguientes preguntas:
¿Qué harías si no tuvieras miedo?
¿Qué harías si tuvieras la certeza ciega de que va a salir bien?
Y comencé por ahí.
En estos últimos días del año, en lugar de seguir la coreografía que me sé de memoria (la de reprocharme, compararme y castigarme), elegí mirar hacia atrás con amor. Vi lo que sí logré, aunque el camino haya sido imperfecto. Aún no tengo cuatro paredes a mi nombre, y si soy sincera, creo que ni siquiera lo quiero. Mi peso no cambio demasiado desde enero, este año perdí amigos, y aprendí a valorar a quienes se quedaron. Y lo más importante, aprendí a amarme y aceptarme más que nunca.
Aceptar el cambio, entender que porque un número pase de 12 a 01 no significa demasiado si no me transformo, comenzando desde adentro, ha sido clave.
Dejarme guiar por esa vocecita que me dice: "Aquí no", "Aquí sí", "Esto dolerá, pero es necesario", ha hecho toda la diferencia.
En este proceso, también me di cuenta de algo importante: ponernos en el walk of shame de Cersei de Game of Thrones cada año, esos últimos quince días de diciembre, no hace más que destruir esa lucecita de confianza que intentamos mantener.
Mirar con compasión y paciencia nuestro presente hace que los días sean más hermosos. Y si dejamos de vivir con expectativas, pero con la disposición de cambiar, aprender y enfrentar lo que venga, nos abrimos a un abanico de posibilidades que antes, quizá, no hubiéramos sido capaces de ver.
Te deseo todo lo bonito del mundo este 2025. No olvides tomar mucha agua, llorar, comenzar de nuevo, equivocarte para aprender, cultivar la paciencia, reírte de ti mismx, decir “Te amo”, “Te extraño”, “Te necesito” sin miedo, y, lo más importante, escuchar esa vocecita que te guía en tu propio segundo de lucidez. Porque, al final, cada pequeño paso hacia el cambio es lo que realmente nos transforma.
Volver a escribir ha sido el mayor regalo que me dio el 2024, espero estar por aquí unas cuantas veces más.
-Marijo